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Los cigarrillos electrónicos no son inocuos, pero falta información sobre sus riesgos y efectos nocivos

​Iñaki Galán, en la parte inferior de la imagen, habla con una de las asistentes al seminario celebrado en el Centro Nacional de Epidemiología del ISCIII.

​El Centro Nacional de Epidemiología (CNE) del ISCIII ha celebrado un seminario sobre tabaquismo y salud pública, centrado en el uso de cigarrillos electrónicos y otros dispositivos cuyo consumo está creciendo en los últimos años. Iñaki Galán, doctor en Medicina, máster en Epidemiología e investigador del CNE, ha ofrecido el seminario, en el que se ha advertido de los riesgos desconocidos a medio y largo plazo que puede representar para la salud el consumo de cigarrillos electrónicos.

Galán ha realizado una revisión crítica, desde el punto de vista de la salud pública, de cómo puede afectar el consumo de alternativas como los cigarrillos electrónicos, los vapeadores, los sistemas sin combustión como IQOS... El investigador del CNE cree que hay que manejar con mucha prudencia los hipotéticos beneficios a corto plazo de estas alternativas al tabaco, y deja claro que, aunque puedan ser menos dañinos, no son inocuos y siguen siendo nocivos. 

Estos potenciales beneficios estarían acotados a un consumo de cigarrillos electrónicos vinculado a dejar de fumar, una especie de puente para abandonar el tabaco clásico y dejar el hábito, y a una posible reducción, que no eliminación, de daños. El problema, señala Galán, es que estas alternativas también enganchan, con lo que el objetivo de la cesación perdería fuerza. 

Además, "la evidencia sobre su ayuda a la cesación es aún muy escasa y está rodeada de mucha controversia". Un estudio publicado este año en el New England Journal of Medicine señala que los cigarrillos electrónicos son más efectivos para dejar de fumar que la terapia de reemplazo de nicotina, pero aún hay muchas dudas.  De hecho, Galán advierte de que su consumo "puede ser una nueva puerta de entrada al uso de cigarrillos tradicionales".




Falta investigación. Apenas hay datos del efecto sobre la salud de estas alternativas, y la mayor preocupación viene al hablar del medio-largo plazo: "Pese a ser menos dañino a corto plazo que el tabaco, y poder considerarse como un posible mecanismo de reducción de daños, la adicción y el uso de frecuente con estas alternativas pueden normalizar el consumo de tabaco, además de esconder riesgos y toxicidad que aún no conocemos bien". 

En muchos países, también en España, muchos profesionales piden limitar su publicidad para evitar que la evidencia de su daño a largo plazo llegue cuando su uso haya crecido y se haya generalizado.

Galán señala que, si se opta por el mensaje de la cesación tabáquica con estas alternativas, habría que regularlas, quizá como una posible solución terapéutica, lo que impediría su compra libre y llevaría a una hipotética recomendación por parte de profesionales sanitarios, si llegara el caso en que éstos y las autoridades aprobaran su uso ligado al abandono del tabaco tradicional. Por el momento, el mensaje global es de evitar estas alternativas y, como mucho, considerarlas como una última opción, no recomendable, ante la imposibilidad de dejar el tabaco.

La posición de la industria tabaquera es otro de las claves. Aunque los cigarrillos electrónicos surgieran como alternativas, desvinculadas del tabaco tradicional, las grandes empresas tabaqueras como Philip Morris han entrado al mercado del vapeo y los cigarrillos electrónicos, comprando y participando de las empresas que los desarrollan y buscando algo indeseable desde la salud pública: un consumo crónico de estas alternativas. La industria del tabaco quiere vender estas alternativas, en cierto modo, como el nuevo tabaco.


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Este consumo crónico de los cigarrillos electrónicos, o el mantenido a medio plazo, es el que más preocupa, por el desconocimiento de los efectos sobre la salud. Galán recuerda que las personas que recurren a estas alternativas "a veces no saben ni lo que vepean", y advierte sobre los posibles riesgos y las posibles interacciones entre los componentes que pueden incluir los cigarrillos electrónicos. 

La falta de control sobre estos componentes y el desconocimiento de las interacciones tienen su mayor exponente en la epidemia generada en Estados Unidos, una grave enfermedad pulmonar que ya ha causado cerca de 40 muertos y más de dos mil afectados. Cabe esperar que la regulación que se pide para estas alternativas al tabaco se acelere tras estos episodios. .

Con el vapeo y similares "hay toxicidad, aunque a concentraciones más bajas, y no sabemos hasta qué punto puede ser nocivo, porque hay muchos productos, diferentes alteraciones y mezclas... Lo que debe quedar claro es que su consumo no es inocuo, y que aún debemos investigar mucho para definir y concretar los riesgos y complicaciones para la salud", concluye Galán.

Faltan evidencias y preocupan los daños potenciales


La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) también deja claros los riesgos potenciales: "Las sustancias que se inhalan a través del cigarrillo electrónico y los dispositivos de vapeo "son tóxicas y nocivas para la salud". Por su parte, el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT), en un informe publicado el año pasado, ya apuntaba la "potencial toxicidad" de estos productos, y la falta de evidencias sobre su seguridad y su potencial utilidad terapéutica. El Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, por su parte, señala en su última campaña contra el tabaco que estas alternativas "crean adicción y también son perjudiciales".